DEPENDENCIA


Me quedo sentada en la esquina del hastío;
la adultez me empuja ferozmente
y caigo en las competencias que no tengo.

El apartamento es un castillo que aún no descifro,
la cocina es un crucigrama al que le faltan letras
y la soledad me contempla
con los ojos de un bufón que aguanta la risa.

“Voy tarde”, me digo con furia,
mientras los bolsillos pagan las consecuencias.
Me siento en el caos de quien crece lento y torpe;
la previsión es una mujer que nunca me presentaron
y hoy que el país muerde tanto,
ella no me perdona la indiferencia.

Me quedo en la sala, mirándome en el reflejo de la ventana,
sigo viendo a una niña asustada
que hace poemas y quema la carne.

Millonaria en chistes, golosinas y sueños;
escasa en criterio, hortalizas y productos de limpieza.

Tan bella mi mami,
jamás me dijo que me crio minusválida,
y hoy que me miro en el reflejo de la ventana
sigo viendo a una niña asustada.

La soledad me da para notar
que mis manos descansan en la silla de ruedas.


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