MI PEQUEÑA BORDERLINE


¡Me gustas, niña!

Tu tontería, tu estupidez, tu vanguardia, tu locura.
Tus besos expertos de tanta constancia.
Tu sexo dotado de favores
y ese descaro impune al quitarte la camisa.

Tu exceso en la risa, la lágrima, el placer.
Me gustas niña con tus veintiún años y tus tres siglos.
Con tus cavernas y peluches, tu rosado cursi
y tu color negro peligroso.

¡Cómo me gustas, niña!,
con la X que inventé a tu nombre,
con el marcado síntoma de vértigo y el cariño sobornándome.

Aun así,
me voy por segunda vez,
repitiendo tus orgasmos y los míos, como un delirio, un pecado,
un momento en completo desequilibrio.
¡Qué salvaje y qué dócil
¡Qué mujer y qué niña, qué loca, qué mía, qué sin mí!

Admitiendo mi debilidad en las tuyas,
por eso de que te cortes y a mí me arda
de que te uso porque me lo pides
de que me usas
y nos usamos porque el amor es otra cosa y no está.
Y eso de que tu lengua me espíe la boca, me la indague y la toque
como haciendo una requisa, me gusta.

Si, le gusta a algo de mí que no tiene buen rostro,
que no empieza por la letra de mi nombre,
que está escrito en alguna errada arteria
de este para siempre insano y confuso, zurdo rincón rojo.


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