I Cuando llegaban las vacaciones y mi mamá nos decía que nos dejaría un mes en casa de “su tía, la de la playa” era como si nos dijera que nos dejarían un mes en Disneylandia; porque ir en mi infancia donde mi tía, era ir a La Guaira, jugar con nuestra prima Yuri. Mi prima era hiperactiva, dinámica… inventaba para mí, los mejores juegos. Tenía el cabello largo, los ojos saltones y la risa siempre urgente. Ir a donde mi tía era también comer mamones, pescado, caminar descalza por la lluvia, vivir en traje de baño, comer empanadas frente al mar; jugar era el verbo de todos los días. Mi tía era hermana de mi papá y, por lo que contaban los adultos, (esos rumores que recuerdas con la cabeza mirando hacia arriba), era la más querida por él y aunque mi tía y mi mamá no se querían mucho, mantenían el contacto protocolar por respeto y por nosotras. Mi tía era una mujer robusta, negra, alta, de una mirada que pocos la podían mantener. Hacía empanadas, cocía ropa y sarcasmos;...
De los siete el más pequeño, de los siete el más torpe; torpeza que cuando el viento soplaba a favor le llamaban ternura, una caricia era ganancia. Típico perdedor enamorado de aquella princesa, pero Disney no admite enanos con princesas. Disney es como Osmel y su obsesión por la belleza esculpida, perfecta, estereotipada, y él, él había nacido de aquella pluma de Disney, era un clásico. Suerte que tuvo Shrek de nacer en la vanguardia. Camino a casa siempre quedaba de último y ella...ella venía con su belleza despiadada y noble a rescatarlo del olvido de los otros seis. En sus sueños, él se postulaba a príncipe; en sus sueños era él quien daba ese beso, en sus sueños media más o al menos la ropa no le quedaba tan grande. No quería ser Tontín, quería ser príncipe o al menos escapar del cuento, pero los enanos tontos siempre hacen reír y no se quedan con las princesas y cuando el narrador dijo su último parlamento: “ y Blancanieves y el príncipe fueron felices para siempre”, Tont...
I San Pol del Mar se llamaba y como así lo dictaba su nombre «en el mar» vivía, en su pueblo le decían: «Tu mamá con ese nombre te condenó a ser lesbiana» porque según, San Pol no era un nombre de niña. San Pol era delgada y adicta a las lanchas, la pesca y el deporte. Desde chiquita miraba de reojo a las mujeres por la playa, era un juego: mirar los pechos y jugar con cangrejos y caracoles. San Pol del Mar se crio con su mamá y su papá hasta que, heredando la ira de él, se le volcó encima. Su papá era un borracho con esa afición muy machista de pegarle a la mujer y creer que esta es de él como lo es un zapato. San Pol presenció cada una de esas peleas que hacía que su mamá siempre cayera en el piso como cae un boxeador a la lona después de un nocaut. En silencio, San Pol entrenó cada tarde, guardándose la ira en las manos; practicaba boxeo, pesas y alzaba todo aquello que le exigiera mucha fuerza. Ensayaba con pequeñas piedras de la costa y luego agarraba una más gran...
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