¿Y EL SEXO PA’ CUÁNDO?


Yo debo confesar, con mucha pena, que soy la vergüenza de la promiscuidad lésbica residente en Madrid. Casi le pico la torta a la falta de actividad sexual con otra mujer que no sea yo (un minuto de silencio por el escarnio público). Me pongo a reflexionar en tan novedosa y vergonzosa situación y surgen varias causas: en primer lugar, que me siento como en guerra desde que estaba en Venezuela; como quien batalla y batalla y no le da tiempo de bajarse del caballo, ir a una taberna, coquetear con una mujer y terminar en la cama. En Venezuela mi último encuentro fue en un baño de un prestigioso local gay donde me había presentado sin mucho éxito y maté el despecho ahí. La ebriedad me impide recordar las bondades dadas y ofrecidas esa noche, luego de eso pasaron los meses. Me tuve que mudar a casa de mi mamá porque me pidieron desalojo en la habitación; la patria nueva venía con toda la fuerza dispuesta a quitarme el poder adquisitivo, perforando las costillas de mis débiles ahorros y debilitando mi musculo financiero. Eso y la gran subida de precios del licor, los hoteles, las discotecas, hicieron que me enfocara en sobrevivir y emprender la huida.

Cuando les decía a los conocidos que me vendría a Madrid, automáticamente la frase: «Ay a esta marica la perdimos, se va coger a medio Madrid y al otro medio las va a confundir» era la más sonada. «En Chueca te vas a perder Karlina, en serio».

Yo en el 2014 conocí el barrio gay de aquí de Madrid y recuerdo que me follé a una tía en un cubículo de una disco, recuerdo que no hablábamos el mismo idioma, pero nuestras lenguas se entendieron muy bien. Era una voluptuosa mujer vestida como si fuera tripulante de cabina (creo que era eso) y con esa impresión y deliciosos orgasmos exprés pasé la noche, fue una noche genial porque hubo lo que yo siempre busco cuando voy a una discoteca: sexo con una mujer linda. Sí, porque el hecho de ir a una discoteca me aburre, el sitio en si es antikarlinesco, en una discoteca se baila y yo no sé bailar, a mí me gusta hablar… hablo mucho y en las discotecas no se habla. Se grita para pedir los tragos. Yo cuando voy, voy por sexo, sexo que si estás muy ebria lo haces ahí o es un predespacho para el hotel. La única forma de poder disfrutar la acción de estar parada toda una noche no bailando es beber y encontrar una chica guapa dispuesta a intercambiar besos y algo más. Me parece muy rara la gente que va sólo a «pasarla bien» sin terminar en sexo ese «pasarla bien»

Pero en esta oportunidad, es decir, el año que corre… cuando no vengo de turista ni con cupo Cadivi; viene la diatriba de comparar el precio de la entrada a una discoteca con lo que puedo enviarle a mi familia en Venezuela, sin contemplar que debo consumir (al menos en mi caso) alcohol considerable para estar en la honda de toda la población derrapada y mi bolsillo no está para ese festín (odio haber madurado). Sé que, aunque tengo amigos nobles que me han invitado las dos veces que he podido ir, no he encontrado ninguna que me guste y las que me gustan estaban con parejas y no querían hacer un trío.

Esto me lleva a otro canal de distribución para el intercambio de teléfonos y la búsqueda más económica de conseguir sexo: las redes sociales. Para «liar» encontramos «Wapa» y «Tinder» son las principales redes en España, sin embargo, mi Instagram también me ha servido de plataforma para que en privado me escriban muchas mujeres.

ENTONCES, ¿CUÁL ES EL PROBLEMA?

Si bien es cierto que la oferta es numerosa, hay una lamentable discrepancia entre la calidad de la oferta y la demanda. Entre las conversaciones que van y vienen por el chat, me molesta en lo particular cuando me escriben mujeres sin fotos o mujeres con fotos sólo en un primerísimo primer plano de su cara. También cuando al ver mi perfil y saber que escribo poesía, me escriben en ese tono «poético».

A diferencia de nosotras las mujeres que tardamos tanto en quedar; los hombres gais, en sus distintas cuentas, primero muestran los atributos de su falo, quedan en una disco u hotel, se follan o se cogen y luego empiezan a conocerse. Y debo confesar mi más profunda envidia al respecto.

Nosotras, quizás temerosas de encontrar perfiles falsos, temerosas de sentirnos avergonzadas, temerosas de ser «inadecuadas» y sentir que nos comportamos como «putas» siempre iniciamos las conversaciones con las frases típicas: « ¿a qué te dedicas?», «¿de dónde eres», «¿qué te divierte?», conversaciones sin sazón (para mí) que no me despiertan el más mínimo interés y como consecuencia tengo un inventario sobrante de mujeres dejadas «en visto» en esas redes. Más de una cuando he querido ir directo al wasap (aunque sigue siendo digital, es su número) me han dicho: «Yo no doy tan rápido mi móvil a desconocidas», supongo que me equivoco al pensar que las aplicaciones para liar con gente nueva, se trata de acercarse a gente DESCONOCIDA, ¿no se trata de eso? Imagínense si les muestro una teta, ¡me denuncian!

Solo una vez ocurrió un maravilloso contacto por red social, en marzo una mujer se atrevió a ser la mujer que era, empezó a escribirme diciendo explícitamente que tenía muchas ganas de que la cogiera; sí, así, que la cogiera. Que le encantaba mi cabello, mi sonrisa (gracias Dios por los atributos recibidos). Cuando fui a su perfil me di cuenta que era una hermosa mujer de 1.70m con una hija y una pareja. Por su explícita manera de contarme su deseo hacia a mí, todo indicaba que en esa cama faltaba acción. Me encantó descubrir que su cuenta no era privada ni era falsa. Desde el principio las conversaciones fueron calientes, me obsequió imágenes de sus hermosas tetas, tetas que parecían grandes como jugosos mangos, con una caída natural que me enloquecía, imágenes de lo mojada que estaba cuando nuestras conversaciones subían de tono, voice de orgasmos con mi nombre. Día a día empezaron más fotos y videos con contenido sexual que me encantaba. Era una cibercogida con una hermosa hembra que venció el miedo, la vergüenza y me conquistó. Luego empezaron las preguntas de rigor, descubrí después de varios orgasmos estimulados por sus videos y sus fotos, y viceversa… que era una bailaora de flamenco, que tenía una hija, que se despertaba a las 5 de la mañana para hacerle el desayuno a ella y a la mujer que no la tocaba. Que vivía en Venezuela en la tierra de los crepúsculos, que se avergonzaba de su abdomen porque en él estaba la evidencia de haber parido… sin embargo, yo hubiese dado lo que no tengo por besarlo toda la noche. Sus piernas eran tan largas como mi deseo, su cuerpo tenía en cada esquina algún tatuaje que la hacía más sexy; un cabello largo y liso donde mis dedos jugarían por mucho tiempo, que se terminaba en sus hermosas tetas de mango. Sus caderas eran voluptuosas, bailaban en el sexo y bailaban flamenco. Tenía una cara de niña linda y un cuerpo de loba en celo que sin duda me mantenía emocionada. Nuestras conversaciones y ciberencuentros sexuales empezaron, sin darse cuenta, a cumplir meses. Creo que es la primera vez que me pasa, que las redes sociales y el teléfono se vuelven un puente para una ilusión. La soledad tiene sus trampas, a ella su mujer no la tocaba desde hace meses, y yo necesitaba sentir que tenía una. Ella quebró el aburrido protocolo para mostrarme sus gloriosas tetas de mango, pero presiento que también me soltó algo de su corazón y yo algo del mío, por ello y para que el mío entendiera lo loco que podía ser continuar bajo esta modalidad preventiva de sexo dual y digital, decidí no escribirle.

Ella dice que vendrá a España, mi ilusión enclosetada quiere creerlo. Tengo grabado su cuerpo desnudo, su cuerpo en movimiento, su sonrisa y su voz guara y desparpajada, pero no estoy para agitaciones cardiacas basadas en esperanzas infértiles. Mi corazón y mi bolsillo andan ahorrando todo y mi «yo racional» me quito el teléfono y no volvió a contactarla.

Pero ella es la representación más pura y clara de lo que me gusta conseguir, ella se mostró tal cual es, no había fotos con filtros, no había «vamos hablar poético porque Karlina es poeta» ella fue ella: desnuda, hembra, loca, guara, al natural, y me encantó… sólo que todo era digital. Paradójico que, cuando estuve en Venezuela me escribían mujeres en el exterior y ahora que estoy aquí me escriben de Venezuela.

Haciendo también un paseo por las citas físicas, he tenido tres, en la primera era una española pequeña y guapa que no me quiso, luego de salir me dijo «disculpa, sigo liada con mi ex»; luego apareció una nicaragüense, en el Tinder sólo tenía una foto de sus ojos, (primerísima primer plano) y cuando migramos al wasap había una foto a distancia de ella, como si alguien le hubiese tomado la foto. Se veía una mujer delgada, con el cabello largo, parecía guapa. Cuando nos vimos, era más gorda que yo, el cabello se lo había cortado y pintado de un amarillo «qué dios la perdone» y tenía unos lentes de contacto de color «no es posible que la gente haga esto». En la cita se le ocurrió decirme que hiciéramos una cola para comernos una hamburguesa, en serio, ¿hacer cola? ¿A una venezolana? No podía ser peor la cita.

Yo creo que cuando sales a buscar mujer deberías salir con todo lo que eres, a mí particularmente no me gustan las mujeres gordas ni las que sean muy masculinas; pero estoy segura de que hay un nicho para ellas. Así nos ahorramos malos momentos. La tercera surgió inesperada, fue en la marcha del orgullo LGBTI, marcha a la que yo tenía todas las ganas de no ir. Es que a mí el gentío encima como que no me va, pero bueno, era mi deber lesbiano asistir y beber un poco. En medio de una plaza, una mujer me toca la espalda por detrás: «disculpa, ¿eso qué es?» señalaba la tarima. Era una catira hermosa, española, delgada y profundamente ebria. Estaba con un amigo, insistía en preguntarme quienes eran los que se presentaban en la tarima, y yo le decía que eran travestis, que desconocía sus nombres, (no dudé). «Mucho gusto Karlina y tú». «Cristina», «En serio te llamas Karlina. Es raro tu nombre, no lo voy a olvidar» mientras me tocaba el cabello y repetía la misma pregunta, yo me dejaba tocar el cabello y me perdía en sus ojos verdes archipiélago, luego siguieron las preguntas y me dijo que el que estaba en la tarima no era un travesti y respondí que, apostaba una cerveza a que sí. Efectivamente y con ventaja de sobriedad si lo eran, «Kari, Kari que graciosa» decía mientras seguía bebiendo, cuando le pregunté la edad me devolvió la respuesta con una pregunta « ¿cuánto aparento?»; «30» contesté y su amigo exclamó: «cómo cagarla en 3…2…1, porque tiene 26». Tuve que valerme de veinte chistes más para reparar el daño. Luego de unos minutos riendo y mirándome: «Bueno Kari, Kari, nos vamos, un placer». ¿Ah? aceleré... « ¿Y cómo te contacto?, me debes una cerveza», me miró pícaramente y me dijo «está bien Kari, te lo voy a dar, te voy a dar mi móvil real, en serio… anota ahí, no mejor ven yo te lo anoto». Lo anotó y se fue entre cervezas y yo me quedé con su número y un poquito de esperanza. La noche siguió pasando y me encontré con tres amigas actrices, estuvimos viendo las caravanas, luego decidimos ir a un bar donde se presentaría un DJ venezolano, espectáculo al cual solo asistimos nosotras. Aunque lamento su poco éxito, la idea de estar en un local sin tanta gente me agradó (soy una señora mayor de la tercera edad) es que siempre preferiré hablar SENTADA, coquetear y luego el sexo, o preferiblemente que el orden sea al revés. Lo cierto es que la noche se nos fue entre chistes y una que otra cerveza y el metro cerró, como ninguna tenía mucho dinero, caminamos lo más que pudimos para que el taxi nos saliera barato. Yo terminé en la cama con una de mis amigas, sin tocarle ni un moco. Una hermosa amiga heterosexual, que para desayunar me preparó una arepa de queso e’ mano, no sé si fue una punta o un premio de consolación. (Sí. Debo bañarme con cariaquito morado). Así cerré el mes del orgullo… en la cama de una heterosexual.

Y LOS EVENTOS LITERARIOS

Los eventos literarios siempre serán un buen nicho para lesbianas, ciertamente se me han acercado, son mujeres muy guapas pero que adoran más a mi poesía que a mí. Recuerdo en una oportunidad que al asistir a un micrófono abierto de poesía había una chica que estaba de frente, la verdad no me veía, o trataba de esquivarme la mirada. Tenía un cabello largo y hermoso, era delgada, joven y muy risueña. Cuando me tocó el momento de recitar, al terminar ella gritó: «Oleeee», es una forma muy andaluza de gritar, traducción al venezolano: «Verga, qué arrecho».


Me aplaudieron, pero ya era tarde, así que no espere mucho para irme. Cuando voy caminando al metro me doy cuenta que me vienen siguiendo, me sisean: «Epa guapa, disculpa… es que nos encantó tu poesía, ¿dónde te podemos contactar?». Era la chica con su amiga, les di mi teléfono, mi Instagram, pensé: «ojalá quieran un trio» pero no, por ahora el trio era con mis versos, a veces mis poemas tienen más suerte, (¿es normal envidiar a tus propios poemas?). Sé que ellas me siguen por Ig, hemos cruzado en varios eventos, siempre hablando de poesía. Cristina me escribe esporádicamente su interés aumenta a paso de tortuga, pero al manos avanza y quiere tener una cita conmigo que incluya escucharme recitar… pero yo ahí, impaciente, envidando la velocidad de conquista de mis versos y pensando: ¿y el sexo pa’ cuándo?


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