NO PUEDO DORMIR

Antes del martes, yo podía dormir. Soy un hombre de rituales, exacto como el tiempo, amante de lo simétrico. Atrapado en un edificio de quinta en una avenida del sur del país producto de la inflación que impide mi recto crecimiento financiero. Ordenado y pulcro como soy, vivo acosado por el reguetón, la tardanza semanal del camión de basura , los carros, y las mujeres ruidosas que prefieren los celulares antes que los libros. Y ellas… ellas que suelen aparecer por todas partes; perturbando aún más mi vida.

Alterado, tomé un par de decisiones: primero, matarlas; segundo, ingerir Alprazolam y dormir plácido para despertar activo y volver puntual al banco a las 8 am… pero ese martes, desde ese martes no logro dormir; no puedo dormir. Desde ese día sólo pienso en ella, ni siquiera el Alprazolam ha podido combatir mi desesperación.


Todo siempre me salía bien con cada una, a cada una la mataba como tenía que ser. Ellas aparecían de la nada a media noche y entonces yo, obseso sin remedio, las exterminaba… pero ésta, ¡Dios! ésta, ese martes: astuta, morena, esquiva; se me escapó. Cuando la vi, corrí, corrí despavorido a tomar el objeto con el que la mataría y podría descansar, pero al llegar al baño aquella cucaracha desapareció para siempre.


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