AUSENCIA

No hay asidero,
ni techo, ni rincón
donde partirse como Dios manda.

No hay palabras piadosas,
ni resiliencia a medio redactar.

Sobran amigos desechables,
de palabras sobornadas por la conveniencia.

Se fueron todos los ojos donde yo era nido.

Se fueron todos los brazos donde podía quebrarme.

Se fueron todas las palabras que podían revertirme.

Ahora entiendo a las plantas:
la sabiduría de crecer hacia dentro;
silenciosas y solas.

Sirviendo al paisaje

y vulnerables a la mano que arranca.


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